lunes, 11 de noviembre de 2013
Ensalada de habas o la llegada de la primavera.
Publicado por Unknown en 17:21 0 comentarios
Etiquetas: aceite de oliva, aceto balsámico, Allium fistulosum, cebolleta, cebollín, ensalada, habas, pasto, Vicia faba
lunes, 4 de febrero de 2013
¡Estamos en el horno! o, me fuí al chanchito...
El hacer las compras en el supermercado suele ser parte importante de mis tareas domésticas. No sólo el pagar la cuenta sino el acto mismo de ir a comprar, o sea, partir por pacientemente acechar un estacionamiento para el auto y, después, maniobrar el carro a alta velocidad en un laberinto de distinguidas señoras afectadas de bradipraxia. Tras sortear con éxito esas etapas, recién podemos llegar a las góndolas a escoger alguno que otro producto. Estando yo un día en tan pedestres menesteres, me encontré súbitamente enfrentado a un chancho.
No cualquier chancho bípedo y silvestre, sino uno de esos exquisitos bebés puercos, un cerdo lactante, un marrano lechón, con una etiqueta muy clarificadora: cerdito lechón. Por vana economía de letras en una lengua con cinco nombres para el mismo animal, lo llamaremos de ahora en adelante simplemente; lechón. El porcus del latín pasó a ser nuestro puerco y el porc de los franceses, mientras que los árabes no se quedaron atrás con su مُحَرّمٌ, muḥarrám, transformado en marrano. El cochino llegó solo a España y el delicado pelo del puerco fue llamado cerda y nos dio el cerdo, mientras que el bueno de Sancho, de gran fama en la mesa, pasó en nuestras americanas tierras a llamarse chancho y a participar de la mesa de una bastante distinta manera. Sin embargo, allende y aquende del charco, el simple Sus scrofa domestica supo doblemente acompañarnos en nuestras lenguas, al ser un gran favorito peninsular, siendo su consumo inmoderado una declaración reivindicadora de lo castiza de la mesa, pues eliminaba de cuajo toda sospecha judaizante. Pig, hog or swine say the bloody brits.
El lechón al horno es un plato inmemorial de entrañable recuerdo. Memorable -- había dicho yo, justamente en ese pueblo en España, del cual obviamente no me acuerdo el nombre, salvo que llaman cochinillo al cerdito lechón, en donde lo hacen al horno, valga la incoherencia, con tanta delicadeza que después lo cortan con un plato de tan bien cocido que quedó. Lo triste es saber que van a botar al suelo el plato después de cortar al mentado lechón. No por el plato, sino porque uno termina siempre pagando los platos rotos, además del vino, del lechón, etc.
Estaba pues, frente a frente a un cerdito lechón, pero congelado y al vacío. El precio era elevado aunque abordable como una humorada. Dicho y hecho, me llevé el lechón a casa. Así de fácil. En todo caso, y dentro de la confianza que nos caracteriza, es menester reconocer que me he llevado a casa cada cosa... Pero es mejor no hablar de ciertas cosas. Claro está que ahora se planteaba una gran interrogante. ¿Cómo cáspita hacer para cocinar a tamaño animal?
La gran decisión es la de rellenar o no el cerdito lechón, y en caso positivo, ¿con qué rellenarlo? Después de una muy larga meditación, de 3 [ns], decidí hacerlo de la manera más simple, pura, autóctona y fácil posible; sin relleno y al horno. El cochinillo debe lavarse y limpiarse con esmero y cuidado, pero sin jabón, en agua limpia, con especial atención al hocico y a las orejas. El aseo de las invitadas nunca debe descuidarse bajo pena de ser calificada de, justamente, chancha.
Con sus 7,415 [Kg] era de verdad un cochinillo de tierna edad, con la singular característica de caber justo en la bandeja del horno eléctrico. ¡Cupo justo! Ahora sólo faltaba adobar al mentado bicho y armarse de paciencia mientras el perla se dora. La calidad de un cerdito lechón al horno está en lo dorada y crujiente de la piel, la cual es causal de luchas con cuchillo en mano entre los comensales, y en una carne que simplemente se funde en la boca por lo tierna que queda. Esto último se logra con un cochinillo de buena calidad cocido a fuego lento un largo rato, al menos un par de horas, la primera hora a fuego bajo (i.e. 147 [º C] aproximativamente) para lograr que la tierna grasita del lechón se funda en sus carnes y la segunda más fuerte según como sea el horno y, muy en especial, su grill.
Claro está que para lograr una piel dorada y crujiente se requiere de bastante trabajo y paciencia de parte del atribulado cocinero. Primero debe prepararse el aceite con el cual habrá de embetunar la delicada piel del chancho, pues en este particular caso, si el cerdito llega sin piel, entonces el chancho está mal pelado, debiendo no estar pelado. En un bol pongo una buena porción de aceite de oliva y mézclese con abundante sal (NaCl). Algunas personas mal informadas insisten en la imperiosa necesidad de agregar ajo molido al aceite de oliva, cosa que negamos perentoriamente pues con ello sólo se logra dar un gusto amargo de ajo quemado a la piel. Sin embargo, este humilde cocinero opina que una dosis importante de merkén, del mapudungun medkeñ, suele mejorar el resultado final, y como estamos en Chile y la moda es de poner merkén hasta en los helados de frutilla, pues procedamos con singular alegría.
Con un pincel específico a estos menesteres, o al menos con uno improvisado si no encuentra el específico para estos menesteres, como fue mi triste caso y me agencié una con una pinza Kelly y un poco de gasa estéril, proceda a pintar toda esa piel con esta mezcla de sal (NaCl), merkén y aceite de oliva antes de poner el cerdito lechón al horno. Suponiendo comensales de gustos refinados las tiernas orejitas del cochinillo pasarán a ser degustadas en crujientes mordiscos. Para que estas tiernas orejitas no se quemen demasiado suele ser una buena idea cubrirlas de papel de aluminio, el cual deberá ser retirado antes de servir el lechón en la mesa.
De paciencia y un pincel armado, el cocinero vigila atentamente la tersura de la piel del cochinillo, cuidando de pintarla meticulosamente cada cierto tiempo, o cada 15" en su defecto, así por poco más de unas largas dos horas. Con una buena botella de vino tinto y mejor conversación de una o más bellas mujeres, la larga espera se hace mucho más llevadera, a pesar del riesgo de distraer la atención del nunca tan bien ponderado cochinillo. Aquí es importante mantener un ojo en el lechón y así mantener el delicado equilibrio entre la temperatura del grill y el dorado de la aceitada y "merkeneada" piel del mentado bicho. Se requiere de conocer bien a su horno además de cierta práctica. Después de cuatro a cinco cerditos lechones el cocinero se puede considerar con algo de experiencia en estas lides.
Como "no hay fecha que no se cumpla, plazo que no se venza, ni deuda que no se pague" el cerdito lechón termina por estar listo. Con gran pompa y ceremonia se le saca del horno en lento ademán frente a la admirativa y "etilizada" audiencia para llevarlo en majestad a la mesa del comedor. El corte y disección del chanchito requiere de la precisión de un cirujano plástico, de la pompa de un obispo romano, de la seguridad de un ingeniero nuclear ruso y de todo el arte protocolar del buttler de la Reina de Inglaterra.
Sólo queda después proceder a realizar libaciones rituales con abundante vino tinto y terminar por compadecerse de los míseros huesos finales de este pobre cerdito lechón que vio la luz del día con tantas esperanzas y un gordo futuro.
P.S.: Sólo por cortesía para las damas, pues este manjar no lo precisa, se suele acompañar de alguna ensalada, como una achicoria a la vinagreta de ajo, por ejemplo.
Publicado por Unknown en 18:57 3 comentarios
Etiquetas: aceite de oliva, cerdito, cerdo, chanchito, chancho, cochinillo, cochino, lechón, marrano, merkén, pincel, pinza Kelly, porcus, puerco, supermercado, Sus scrofa, مُحَرّمٌ
domingo, 30 de septiembre de 2012
La Salsa de los que Nunca Faltan o la Primera Salsa Salvadora.
Nunca faltan.
En nuestro país nunca faltan las amistades y parientes de uno, o de alguna de las personas con quienes compartimos un techo en esa unidad social que por conveniencia llamaremos familia, que se dejan caer como paracaidistas a cualquier hora de un día cualquiera. Por ejemplo, los adolescentes son especialistas en el bendito truco de llegar a casa a estudiar con la mitad del curso, lo cual es un fin loable per se, si no fuese por la entrañable costumbre de comer como si no hubiesen visto nada alimenticio en el último par de lustros. Pasen las otras calamidades, como la de saturar completamente la WiFi de la casa, pero eso de alimentar a una manada de adolescentes sin previo aviso ni anestesia ni analgésico es algo que mi refrigerador tolera cada vez menos, sobretodo a fin de mes. Mis amigotes son una tragedia aún peor, pues ahora debo también socorrer al bar.
Claro está que tengo mis trucos. Siempre se ha de tener uno que otro truco guardado para estas emergencias. La posibilidad de la llamada a una pizzería, todo un logro de la modernidad, se da por descontada. Se miran en la Web las opciones y ofertas del momento, se escoge, se llama, se espera y se paga, et voilà. Suele ser el escoger la pizza y sus ingredientes el paso más difícil en este procedimiento, además de tener la plata, obviamente. Me podrán llamar exquisito, pero esa es una solución de facilidad que he de rehuir cada vez que pueda. Prefiero mis trucos. Soy un exhibicionista culinario, ¿cómo podría contentarme yo con llamar por una Pizza? Es como llamar por una callgirl para no darse la molestia de seducir a una mujer. Eso es una absoluta y verdadera muestra de desidia, et une faute de goût, lo que es peor.
Por eso, y mucho más, siempre tengo unos tallarines y gnocchis, también llamados ñoquis de por estos pagos, guardados en la despensa o en el refrigerador, sea cual sea el caso. Los gnocchis pueden guardarse por mucho tiempo sellados al vacío en el refrigerador y sirven así para calamidades como terremotos, inundaciones, huracanes, guerras o los que Nunca Faltan. Cocinar gnocchis lleva más o menos tres minutos. Se pone agua con sal al fuego, en cuanto hierve se le echan los gnocchis y a los tres minutos, con una espumadera, se sacan los que aparecen flotando en la superficie y se reservan en la fuente. Ni más ni menos. Como son fécula de papa mezclada con algo de harina, y una que otra cosa para darle algo de gusto, pues rellenan. Para rematar, son baratos. Ahora, sólo hace falta una salsa para acompañarlos, porque los gnocchis solos son desabridos.
Una salsa portentosa, llenadora, nutritiva, fácil y rápida de preparar es lo que necesito para acompañar a los gnocchis, pues esto del paracaidismo es un deporte que da hambre. En una de esas ollas, llamadas por los franceses una manera tan poética como un fait-tout, de gran utilidad cotidiana, ponga una buena porción de mantequilla demi-sel a fundir a fuego muy lento. Si se siente generoso ponga dos buenas porciones de mantequilla en el fait-tout. Espere a ver la mantequilla completamente derretida y mientras espera acuérdese del entrañable recuerdo de aquella paracaidista que alguna vez supo tener la dignidad de aterrizar en su cama.
Morena de ojos verdes, alta, de buena anca, piernas musculosas y con esos pies tan clásicos de milica, propios de su condición de Tte. de Ejército con las alas de paracaidista bordadas en su BDU. Una bella ragazza en toda su plenitud de mujer. No se distraiga demasiado rememorando asaltos y saltos de paracaidista, pues la mantequilla debe estar fundida pero sin llegar a la fase de las burbujas. Ponga con delicadeza un par de porciones de queso azul en el fait-tout. Con su fiel y vieja compañera de andanzas, la sempiterna cuchara de palo, revuelva lentamente con suaves caricias en forma de ocho, cortando y deshaciendo el queso azul para que se derrita y funda completamente en la mantequilla, formando una mezcla babosa media verdosa de un aspecto poco apetitoso, pero de aroma contradictorio.
Un par de paquetitos de crema completan esta babosa preparación al dar una textura homogénea unida a cierta suavidad sedosa al menjunje que llamaremos salsa. Claro está, con crema fresca recién batida esta salsa queda aún mejor. Con un buen cocinero queda insuperable. Con la paracaidista, vestida con una camisa suya, mirando sin decir nada, pues es más que insuperable. Es sublime.
Años atrás intenté tomar el curso de paracaidismo. Dos discopatías lumbares en forma de hernias pulposas me lo impidieron. La paracaidista se fue a saltar en otros cielos y me dejó el recuerdo del olor de su piel regado en mis sábanas. Así es la vida, como un inmenso árbol sobre el cual la hormiga de nuestro presente sube escogiendo ramas por las cuales seguir subiendo hasta llegar al final. Cada rama tomada es una decisión, un momento en el cual se escogió un camino, podando virtualmente los otros caminos. El camino recorrido por el camino de mi hormiga del presente es la historia de mi vida, de mis decisiones y de mis circunstancias. En esta poda del árbol de posibilidades de la vida nunca aprendí a saltar en paracaídas de un avión en perfecto estado de funcionamiento. Tampoco se quedó esa paracaidista.
Agregar las nueces, previamente peladas, liberadas de cualquier gusanito intruso para asegurar que esta receta se mantenga estrictamente vegetariana, revolver delicadamente, verter sobre los gnocchis en su fuente, servir y listo. C'est tout. Finito.
Notte, di notte e' finito l'amore che aveva il sapore del latte.
Publicado por Unknown en 10:20 0 comentarios
Etiquetas: crema, demi-sel, fait-tout, gnocchis, milica, nueces, nunca faltan, ñoquis, paracaidismo, paracaidista, pizza, queso azul, salsa, vegetariano
martes, 5 de octubre de 2010
Dos salsas de ensueño para un pescado que no soñaba
todos los que viven sueñan.
es todo el cielo un presagio,
y es todo el mundo un prodigio.
soñemos dichas ahora,
que después serán pesares.
mas, los sueños soñados de a dos,
ahora, son frenesí de vida.
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.
la inclinación más violenta,
el planeta más impío,
sólo el albedrío inclinan,
no fuerzan el albedrío.
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.
en su conquista amorosa,
mujer para darte quejas,
varón para darte honras.
¿Qué es la vida?, un frenesí;
¿qué es la vida?, una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Publicado por Unknown en 10:44 3 comentarios
Etiquetas: albacora, Allium ascalonicum, Calderón de la Barca, chalota, delicatessen, erizo, Loxechinus albus, merkén, piure, Pyura chilensis, salsa, soñar, sueño, vida, vodka, Xiphias gladius, yodo, 老子
sábado, 26 de septiembre de 2009
¿Tu cocina o la mía? o Las 69 maneras de cocinar a una princesa muerta


miércoles, 1 de julio de 2009
Salmón tirado al dulce
Publicado por Unknown en 17:39 2 comentarios
Etiquetas: amor, late harvest, salmón, salsa, sauvignon blanc