domingo, 30 de septiembre de 2012

La Salsa de los que Nunca Faltan o la Primera Salsa Salvadora.



Nunca faltan.


En nuestro país nunca faltan las amistades y parientes de uno, o de alguna de las personas con quienes compartimos un techo en esa unidad social que por conveniencia llamaremos familia, que se dejan caer como paracaidistas a cualquier hora de un día cualquiera. Por ejemplo, los adolescentes son especialistas en el bendito truco de llegar a casa a estudiar con la mitad del curso, lo cual es un fin loable per se, si no fuese por la entrañable costumbre de comer como si no hubiesen visto nada alimenticio en el último par de lustros. Pasen las otras calamidades, como la de saturar completamente la WiFi de la casa, pero eso de alimentar a una manada de adolescentes sin previo aviso ni anestesia ni analgésico es algo que mi refrigerador tolera cada vez menos, sobretodo a fin de mes. Mis amigotes son una tragedia aún peor, pues ahora debo también socorrer al bar.


Claro está que tengo mis trucos. Siempre se ha de tener uno que otro truco guardado para estas emergencias. La posibilidad de la llamada a una pizzería, todo un logro de la modernidad, se da por descontada. Se miran en la Web las opciones y ofertas del momento, se escoge, se llama, se espera y se paga, et voilà. Suele ser el escoger la pizza y sus ingredientes el paso más difícil en este procedimiento, además de tener la plata, obviamente. Me podrán llamar exquisito, pero esa es una solución de facilidad que he de rehuir cada vez que pueda. Prefiero mis trucos. Soy un exhibicionista culinario, ¿cómo podría contentarme yo con llamar por una Pizza? Es como llamar por una callgirl para no darse la molestia de seducir a una mujer. Eso es una absoluta y verdadera muestra de desidia, et une faute de goût, lo que es peor.


Por eso, y mucho más, siempre tengo unos tallarines y gnocchis, también llamados ñoquis de por estos pagos, guardados en la despensa o en el refrigerador, sea cual sea el caso. Los gnocchis pueden guardarse por mucho tiempo sellados al vacío en el refrigerador y sirven así para calamidades como terremotos, inundaciones, huracanes, guerras o los que Nunca Faltan. Cocinar gnocchis lleva más o menos tres minutos. Se pone agua con sal al fuego, en cuanto hierve se le echan los gnocchis y a los tres minutos, con una espumadera, se sacan los que aparecen flotando en la superficie y se reservan en la fuente. Ni más ni menos. Como son fécula de papa mezclada con algo de harina, y una que otra cosa para darle algo de gusto, pues rellenan. Para rematar, son baratos. Ahora, sólo hace falta una salsa para acompañarlos, porque los gnocchis solos son desabridos.


Una salsa portentosa, llenadora, nutritiva, fácil y rápida de preparar es lo que necesito para acompañar a los gnocchis, pues esto del paracaidismo es un deporte que da hambre. En una de esas ollas, llamadas por los franceses una manera tan poética como un fait-tout, de gran utilidad cotidiana, ponga una buena porción de mantequilla demi-sel a fundir a fuego muy lento. Si se siente generoso ponga dos buenas porciones de mantequilla en el fait-tout. Espere a ver la mantequilla completamente derretida y mientras espera acuérdese del entrañable recuerdo de aquella paracaidista que alguna vez supo tener la dignidad de aterrizar en su cama.


Morena de ojos verdes, alta, de buena anca, piernas musculosas y con esos pies tan clásicos de milica, propios de su condición de Tte. de Ejército con las alas de paracaidista bordadas en su BDU. Una bella ragazza en toda su plenitud de mujer. No se distraiga demasiado rememorando asaltos y saltos de paracaidista, pues la mantequilla debe estar fundida pero sin llegar a la fase de las burbujas. Ponga con delicadeza un par de porciones de queso azul en el fait-tout. Con su fiel y vieja compañera de andanzas, la sempiterna cuchara de palo, revuelva lentamente con suaves caricias en forma de ocho, cortando y deshaciendo el queso azul para que se derrita y funda completamente en la mantequilla, formando una mezcla babosa media verdosa de un aspecto poco apetitoso, pero de aroma contradictorio.


Un par de paquetitos de crema completan esta babosa preparación al dar una textura homogénea unida a cierta suavidad sedosa al menjunje que llamaremos salsa. Claro está, con crema fresca recién batida esta salsa queda aún mejor. Con un buen cocinero queda insuperable. Con la paracaidista, vestida con una camisa suya, mirando sin decir nada, pues es más que insuperable. Es sublime.


Años atrás intenté tomar el curso de paracaidismo. Dos discopatías lumbares en forma de hernias pulposas me lo impidieron. La paracaidista se fue a saltar en otros cielos y me dejó el recuerdo del olor de su piel regado en mis sábanas. Así es la vida, como un inmenso árbol sobre el cual la hormiga de nuestro presente sube escogiendo ramas por las cuales seguir subiendo hasta llegar al final. Cada rama tomada es una decisión, un momento en el cual se escogió un camino, podando virtualmente los otros caminos. El camino recorrido por el camino de mi hormiga del presente es la historia de mi vida, de mis decisiones y de mis circunstancias. En esta poda del árbol de posibilidades de la vida nunca aprendí a saltar en paracaídas de un avión en perfecto estado de funcionamiento. Tampoco se quedó esa paracaidista.


Agregar las nueces, previamente peladas, liberadas de cualquier gusanito intruso para asegurar que esta receta se mantenga estrictamente vegetariana, revolver delicadamente, verter sobre los gnocchis en su fuente, servir y listo. C'est tout. Finito.


Notte, di notte e' finito l'amore che aveva il sapore del latte.



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